miércoles, 25 de noviembre de 2009

Diferencias entre las lesbianas


Con frecuencia, los teóricos aluden a la homosexualidad como si no hubiera diferencias entre la masculina y la femenina (o también como si la homosexualidad masculina fuera el único fenómeno de interés o preocupación). Consecuentemente surge la interesante cuestión de si estos dos fenómenos son, en realidad, diferentes.

Entre la homosexualidad masculina y la femenina parece que existen ciertas diferencias. En primer lugar, la lesbiana hace más hincapié en la intimidad emocional de su relación que el varón homosexual. En segundo lugar, a menudo, los varones homosexuales tienen muchos compañeros sexuales diferentes, mientras que las lesbianas establecen con mayor frecuencia relaciones estables. En un estudio de mujeres y varones homosexuales, la media del número de compañeros sexuales distintos manifestado por los hombres fue de 75, frente a una media de 5 compañeras mencionado por las mujeres; el 56% de los varones había tenido 50 o más compañeros, pero sólo el 5% de las mujeres había alcanzado ese mismo número. En otro estudio, 64 de las 65 mujeres homosexuales entrevistadas dijeron que preferían una relación estable, de larga duración. En tercer lugar, la bisexualidad es más característica de las lesbianas y la homosexualidad exclusiva, menos común que entre los varones. Según los datos de kinsey, hacia los 45 años, alrededor del 13% de las mujeres y en torno al 37% de los nombres habían tenido alguna experiencia homosexual hasta el orgasmo; por tanto, el lesbianismo es menos frecuente que la homosexualidad masculina. Pero la homosexualidad exclusiva es aún menos corriente entre las mujeres. kinsey estimó que sólo entre el 1 y el 3% de las mujeres era exclusivamente homosexual, en comparación con el intervalo entre el 3 y el 16% de los hombres. Por tanto, la mayoría de las lesbianas han tenido, al menos, alguna experiencia heterosexual, mientras que una proporción importante de varones homosexuales lo son en exclusiva.

Se ha elaborado una teoría del desarrollo de la orientación erótica que explica con toda claridad estas estadísticas, en especial la de que haya más hombres que mujeres que hayan tenido experiencias homosexuales. Según esta teoría, la mayoría de las personas desarrollan su impulso sexual al principio de la adolescencia, entre los 12 y los 15 años, más o menos. En esa época, ciertos estímulos (p. ej., una persona del mismo o de distinto género) quedan condicionados por su carácter excitador o erótico. Si examinamos las pautas sociales de los preadolescentes y adolescentes, parece evidente que, en la preadolescencia, predominan las pautas homosociales (amigos y grupos del mismo género), llegando a un máximo en torno a los 12 años. Las Interacciones heterosexuales comienzan a aparecer después y la mayoría de las personas tiene citas heterosexuales hacía los 15 años. La homosexualidad aparece cuando los individuos tienen una maduración precoz del impulso sexual, en torno a los 12 años, cuando todavía forman parte de grupos homosociales, por lo que es más probable que el condicionamiento erótico se centre en personas de su mismo género, dado que la heterosexualidad todavía no ha surgido como alternativa.

En apoyo a esta teoría, los datos muestran que las mujeres homosexuales maduran, desde el punto de vista sexual, antes que las mujeres heterosexuales, atendiendo a la edad a la que empiezan a masturbarse, a la de las primeras sensaciones de excitación sexual y a la de las primeras fantasías sexuales. En consecuencia, esta teoría explica por qué hay más hombres que mujeres que hayan experimentado actividades homosexuales y por qué abundan más los varones exclusivamente homosexuales: el impulso sexual aparece antes en los varones, como prueba la mayor frecuencia y precocidad de la masturbación. Es más probable que las mujeres experimenten más tarde la aparición de su impulso sexual, después de que la heterosexualidad se haya convertido en norma. Además, podríamos decir que los modelos que, desde sus primeros años, se proponen a las niñas para que los imiten están vinculados de manera más explícita con la heterosexualidad (esposa, madre) que los propuestos a los niños (que tienen que ver con la carrera profesional, los deportes, etc.). La teoría es reciente y no puede aceptarse como definitiva, aunque proporciona unas cuantas ideas interesantes.

En suma, la homosexualidad masculina y femenina sólo se asemejan en un sentido superficial. Las diferencias entre ambas son las consecuencias lógicas de las variaciones psicológicas entre los géneros y de sus distintas experiencias evolutivas. En realidad, aunque se ha descubierto que el propio género constituye un buen predictor de una serie de características psicológicas, no así el carácter homosexual. En consecuencia, es probable que una lesbiana se parezca más a una mujer heterosexual que a un hombre homosexual. Su identidad primaria es la de mujer y, en segundo lugar, la de lesbiana.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Dos amigas


Lesbianismo es el término empleado en español para hacer referencia a la homosexualidad femenina. La palabra lesbiana se utiliza para hacer referencia a una mujer homosexual, es decir, una mujer que se identifica a sí misma, o a la que otros caracterizan, por su deseo hacia otras mujeres.

El concepto de lesbiana empleado para diferenciar a las mujeres que comparten una orientación sexual es un constructo del siglo XX. Aunque la homosexualidad femenina se ha encontrado en muchas culturas a lo largo de la historia, no ha sido hasta recientemente cuando la palabra lesbiana ha comenzado a decribir a un grupo de personas. A finales del siglo XIX lossexólogospublicaron sus observaciones sobre el deseo y conducta hacia personas del mismo sexo, y distinguieron a las lesbianas en la cultura occidental como una entidad distintiva. Como resultado, las mujeres que se dieron cuenta de su nuevoestatus médico formaron subculturas underground en Europa y Norteamérica. El término lesbiana fue ampliado en la década de 1970 con la influencia de la segunda ola del feminismo. Desde entonces los historiadores han reexaminado las relaciones entre las mujeres, y cuestionan qué es lo que hace que una mujer o un relación puedan calificarse de lesbianas. El resultado de este debate ha introducido tres componentes a la hora de identificar a las lesbianas: conducta sexual, deseo sexual, o identidad sexual.

La sexualidad de las mujeres a lo largo de la historia ha sido en su mayor parte construida por hombres, los cuales han limitado el reconocimiento del lesbianismo, como posibilidad o expresión válida de sexualidad, debido a la ausencia de hombres en una relación lésbica. Los primeros sexólogos basaron sus caracterizaciones de las lesbianas en sus creencias de que las mujeres que desafiaban sus estrictamente definidos roles de género estaban mentalmente enfermas. Desde entonces, muchas lesbianas han reaccionado a su designación como marginadas inmorales mediante la construcción de una subcultura basada en la rebelión de los rols de género. El lesbianismo ha estado en ocasiones de moda a lo largo de la historia, lo que afecta a cómo las lesbianas son percibidas por los demás, y cómo se perciben a sí mismas. Algunas mujeres que realizan conductas homosexuales pueden rechazar la identidad lésbica por completo, y rechazar definirse a sí mismas como lesbianas o bisexuales.

Las diferentes maneras en las que las lesbianas han sido representadas en los medios de comunicación sugiere que la sociedad occidental en su conjunto ha estado simultáneamente intrigada y amenazada por las mujeres que desafían los roles de género femeninos, y fascinada y asombrada con las mujeres que se relacionaban románticamente con otras mujeres. Sin embargo, las mujeres que adoptan la identidad lésbica comparten experiencias que conforman un panorama similar al de la identidad étnica: como homosexuales, están unidas por la discriminación y el rechazo potenciales que sufren por parte de sus familias, amistades y otros. Como mujeres, tienen preocupaciones distintas a las de los hombres. Las lesbianas tienen la posibilidad de encontrarse con problemas de salud específicos. Las condiciones políticas y las actitudes sociales también continuan afectando la formación de relaciones y familias lésbicas.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Tortilandia



Viviendo en tortilandia, te elegiria



Yo quise el fin y había más,
yo quise mas no había fin.
lo que yo quise encontrar estaba atrás y no aquí.
desde las sombras no vi, las sombras y no vi luz,
no voy a llorar si nadie me acompaña,
no voy dejar ni un camino sin andar.
Aunque sea el fin del amor,
yo he visto el fin del disfraz,
yo quiero el fin del dolor,
pero no hay fin siempre hay más.
no existe sombra, no existe culpa,
no existe cruz.
No voy a esperar las ganas que yo extraño,
no voy a esperar que el destino hable por mi,
en medio de las lluvias del invierno,
no hay tiempo ni lugar,
yo sé que entenderás que amor,
para quién busca una respuesta,
es un poquito mas, que hacerte bien.
Yo tuve el fin y era más,
yo tuve más y era el fin,
yo tuve el mundo a mis pies,
y no era nada sin ti.
Cruzé la línea final por,
tu amor.
tan fuerte como lo amo,
tu amor.
para borrar al mundo mejor.
Tu amor me enseña a vivir,
tu amor me enseña a sentir,
tu amor.
Yo tuve el fin y era más,
yo tuve más y era el fin,
yo tuve el mundo a mis pies,
y no era nada sin ti,
seremos algo con nuestro amor.


jueves, 19 de noviembre de 2009

Frigilandia

La frígidez es una forma muy frecuente de impotencia sexual femenina. Consiste en una disminución o un colapso en el ritmo del apetito sexual.


Para algunos sexologos la frigidez no es más que la ausencia total de placer y de excitación sexual, durante el acto sexual, no importa quien sea su pareja. Para otros la frigidez es la asociación de una anafrodisia (ausencia de deseo) y de una ausencia total de placer y de excitación sexual.

La frigidez puede provenir de trastornos objetivos: exceso de trabajo, agotamiento, diabetes, neurastenia, intoxicaciones, etcétera. Pero generalmente, la causa de la frigidez es psicológica. Desde luego, resulta imposible dar una causa general; toda frigidez debe ser tratada según la persona que la padece.

Hay dos casos de frigidez. "Casos normales" y "casos anormales":

Frigidez normal:

Indudablemente, en el 90% de los casos la culpa es del marido... Muchas mujeres temen con verdadera angustia el mometo de irse a la cama. Y cuántos dramas secretos. Esas mujeres frígidas pretenden 'detestar el acto sexual físico' pero debieran decir más bien que detestan la forma en que el hombre entiende y realiza dicho acto. Lo cual es completamente distinto. Esta frigidez y este odio al acto genital son reacciones frecuentes que obsesionan a buen número de mujeres perfectamente constituidas. Bastaría muy poco, por parte del marido generalmente, para que cesase tal situación. Téngase en cuenta que se hace referencia a la mujer y al hombre normales.El hombre debe tener siempre presente como la mujer suele ser más profundamente sexual que él; y no olvidar que la mujer enlaza la afectividad con la emoción y la sensualidad. En muchos hombre el acto sexual se manifesta por un comportamiento rápido y casi mecánico que los hace llegar casi inmediatamente a la satisfacción genital. En cambio, para la mujer el acto sexual debe ser el resultado de una lenta progresión. Las mujeres necesitan caricias, de acuerdo, pero sobre todo, caricias del alma.La mujer aspira a la seguridad y a la ternura y necesita un respuesta efectiva y plena de comprensión; ella tiene que sentir una solidez mental en su compañero. Muchas mujeres tienen contrael marido resentemientos de los que no hablan jamás, pero que las roen y las conducen a la frigidez. Chocan con la falta de comprensión, con la imposibilidad de relajamiento, con la falta de ternura acariciadora, etc. Y también con el miedo de que "él" pueda considerar esas reivindicaciones femeninas como “tonterias de mujeres”.En la frigidez normal, la responsabilidad masculina puede ser de otro orden. Una mujer debe sentir, no el dominio o la debilidad de su compañero, sino su solidez física y mental. Por eso muchas mujeres permanecen o se vuelven frígidas porque el hombre es neurótico, agresivo, afeminado, hipernervioso, etc. En tal caso la frigidez es accidental y revela la imposibilidad de abandonarse a una fuerza masculina que no existe.

Frigidez anormal:

Los demás casos de frigidez muestran siempre trastornos de las personalidad. Lo mismo que en el hombre, suele ocurrir que la frigidez femenina sea provocada por sentimientos de inferioridad, los cuales impiden el relajamiento indispensable. Si el sentimiento de inferioridad es atributo de cientos de miles de mujeres, no es de extrañar que los casos de frigidez sean también tan numerosos.

Muchas de las mujeres frigidas son anormalmente combativas; se rebelan contra su papel natural.

Testimonios de mujeres frigidas anormales:

— “Jamás me resignaría a ser el juguete de un hombre”

— “Mi madre me ha repetido tantas veces que los hombres son malos que no consigo deshacerme de tal idea”

— “No tengo la suficiente confianza en los hombres para dejarme ir con mi marido”

— “Los hombres no piensan más que en su placer egoista”

— “Los hombres tienen demasiada suerte, la sexualidad les resulta muy fácil ¿acaso piensan en nosotras?
Tales mujeres anormalmente frígidas creen que la sexualidad es una especie de “competencia" en la cual hay un dominador y un dominado. El tratamiento de su frigidez depende de las causas que lo hayan provocado.

Es evidente que existen muchísimas causas de frígidez, como ocurre en los casos de impotencia masculina. Son frecuentes las fijaciones sexuales en situaciones de infancia, el apego mental a los padres que provoca infantilismo, la imposibilidad de satisfacción sin masturbación, ya sea personal, ya por el compañero, etc. Existen también aquí todas las perversiones, cuya satisfacción depende de la perversión “inversa” del compañero. Por ejemplo, una mujer masoquista necesita un compañero sádico, y recíprocamente


miércoles, 18 de noviembre de 2009

No hay mujeres .....

No hay mujeres frígidas...
Tan pronto como se percataba de que alguien pronunciaría la frase que titula este artículo se apresuraba a concluirla, no sin antes entornar los ojos hacia arriba y a la izquierda, asintiendo con gravedad y expresando solemnemente: ...sino malos amantes.
A continuación el auditorio aprobaba la sabiduría de la vieja solterona 
A pesar de la abrumadora aceptación del dicho, a mí siempre me ha parecido que en el fondo reside una sentencia de conformismo. Quizás por parecer una frase emancipadora o liberadora ha persistido tanto. No obstante, en ella se respira más que un aire de verdad absoluta, un desgano, una apatía, una terrible pereza...
Aceptar sin chistar
Cuando se examina con calma y detenimiento esa afirmación, se palpa que la mujer es descrita como un ser pasivo, dependiente, sin imaginación y, por lo tanto, incapaz de conocer su cuerpo o acceder al placer sin la guía de un varón.
Aceptar a pie juntillas todo lo que digan, sobre todo las personas mayores que una, es considerado signo de respeto. El meollo de nuestra educación fue aceptar sin chistar; obedecer de inmediato y, por supuesto, en automático. En lo más hondo de nosotras quedó grabado "los mayores siempre tienen la razón".
Piénsalo. El dicho en cuestión aparentemente nos exime de toda responsabilidad en el encuentro sexual, y deposita el éxito o el fracaso del mismo en el varón, lo cual no es nada halagador para nosotras en tanto personas independientes e inteligentes. 
Si ya no deseas ser de esas mujeres que van por la vida enarbolando la susodicha sentencia, arriésgate a cambiar. Aunque en primera instancia es lo que más se antoja, vale la pena meditarlo antes de lanzarse, como quien dice, a la guerra sin fusil. 
La imposición de ser bella
Por una parte, el cuerpo femenino es descrito como muy atractivo, y por otra capaz de despertar "las más bajas pasiones". Desde tiempos inmemoriales existe una exigencia para que las mujeres tengan un cuerpo bien cuidado, sin duda para llamar la atención de los varones; dietas y afeites tienen miles de años de antigüedad. Nosotras mismas decimos: se vale todo con tal de lucir hermosa y deseable. Las clínicas y hospitales están llenos de mujeres que se han sometido a los más variados tormentos y riesgos de salud con tal de lucir "como ellos quieren".
Lo terrible de tantos sacrificios es que la gran mayoría de las veces son para agradar a otros. Son jueces masculinos quienes determinan si una cabe en los cánones de belleza y deseabilidad, independientemente de nuestras muchas o pocas virtudes humanas.
Esa imagen, ese cuerpo, esa figura, esa muñeca, tienen como fin brindarle placer al hombre, y también servir para su lucimiento, al traer a su lado semejante beldad. Nada se menciona del placer al que ella pueda acceder. Es más, con frecuencia se le juzga innecesario; lo que importa es que él esté bien y se sienta a gusto.
Telarañas represivas
De la misma forma que se insiste en que seas la más bella, también se te exige inocencia... o mejor dicho, que sepas NADA sobre sexualidad. Por increíble que parezca, entre menos enteradas estén las mujeres sobre cuestiones eróticas, mayor valor tendrán en el mercado de las casaderas. Luego de vivir la negación del placer o de considerarlo algo indeseable durante los primeros años de vida, la oleada hormonal de la pubertad provoca una conflictiva combinación de sensaciones y emociones. Es facilísimo, entonces, sentirse viviendo en una gigantesca contradicción. 
Así, las mujeres intentarán no responder a lo que su cuerpo demanda, pues todo aquello que sus manos infantiles exploraron, ahora se transformó en un territorio que al menor contacto produce extrañas y temidas sensaciones. 
Por ningún motivo mis manos liberarán a los demonios de la lujuria... Mejor no saber... Es de buenas chicas ignorar... Que no por mucho conocer me condene... Al fin y al cabo será él quien me ayude a llegar a buen puerto...
¡Cuán difícil resulta intentar borrar de la mente las sentencias en torno a "lo malo" que es el disfrute sexual! Una tiene que estar al pendiente para no hacer o pensar algo pecaminoso...
Basta ya de sólo asumir el papel de receptoras; es tiempo de permitirnos ser nosotras mismas.
Amiga, recuerda: para que una mujer tenga un orgasmo hace falta que se dé permiso a sí misma de sentir, de volverse alguien capaz de aceptar que su cuerpo puede ser la máquina perfecta para hacer el amor. Cuando puedas explorar minuciosamente cada centímetro de tu piel, e identificar las distintas sensaciones experimentadas, podrás guiar a tu compañero para que colabore a incrementar tu excitación y llegar al clímax. Tú eres quien se concede el permiso para llegar al orgasmo, y eso se consigue erradicando las telarañas represivas.
Considera por un momento, sólo por un momento, que más que sufrir mereces vivir bien y en armonía. No importa si tu cuerpo no entra en los actuales cánones de belleza. Piensa en lo delicioso que es saberte dueña de todas tus decisiones, y además capaz de relacionarte en forma igualitaria -en cuanto a derechos- con tu pareja.
El verdadero disfrute sexual aparece cuando podemos identificar los estímulos que más nos agradan, y compartir ese conocimiento con el hombre que está a nuestro lado. La confianza es un elemento esencial a la hora de hacer el amor. Cuando la pareja comparte su intimidad se vale todo, siempre y cuando exista acuerdo mutuo.
Desde luego que no hay mujeres frígidas, porque cuando no alcanzan el orgasmo son descritas como anorgásmicas... Y en cuanto a los malos amantes, valdría la pena considerar: ¿qué haremos cuando nos topemos con uno de ellos?
Por supuesto, también importa saber qué tan interesadas estamos potenciar en nuestro erotismo, con el fin de ser una amante, es decir: digna de amar y de ser amada, en el más amplio sentido de la palabra.